Recuerdo venir en el asiento trasero del auto de Neandi, quien conversaba ávida mente con Bobby sobre algo que no tenía nada que ver con rol (probablemente la NFL o algún otro tema que los alborota) cuando pregunté “¿Qué es eso de segunda y quinta?”.


Dos horas, tres paradas al baño en la carretera y un resumen de la historia de Dungeons & Dragons después… bueno, seguía sin entender nada. Pero creo que fue en ese momento cuando pensé que algún día debíamos juntarnos a hacer un podcast sobre esto. Solo no sabia si existía el público suficiente para eso.

Aaaaah, ser joven y estúpido.

No podía esperar a la siguiente sesión; la anticipación me carcomía y quería poner en práctica todo lo que había leído y aprendido en esas semanas. Y el momento llego en casa de Oswaldo, donde nos  volvimos a juntar para continuar la aventura y justo cuando apenas estaba empezando lo bueno… me quede dormido.

Ahí aprendí dos cosas. La primera fue que el mal del puerco y mis problemas de atención son pésima combinación; y la segunda, que D&D no es un juego al que puedas simplemente sentarte a jugar cuando no tienes nada mejor que hacer. Primero tienes que entrar en la zona.

No fue sino hasta nuestra siguiente salida de la ciudad, esta vez al rancho de Bobby, que pude volver a entrar en ese modo rolero berserk de 10 horas seguidas y después replicarlo en la ciudad. También esa vez tratamos de jugar Call of Chtulhu, pero esa es historia para otro post.

O quiza, otro webcomic.