Hace casi un año ya precisamente que fuimos a ver al Rey Gizz y su bandita de magos reptiles.Y lo traigo a la mesa de nuevo, porque como quedó establecido en esa pieza del año pasado, estos chavos conjuran música de manera constante y 2019 no fue la excepción. A esta altura, es difícil ya catalogarlos como una banda de rock, dado que con cada producción que sacan, su sonido muta a algo distinto, desde sus inicios psicodélicos y de garage moderno hasta electro blues, los australianos han cubierto más bases sonoras en 10 años de carrera que lo que un chingo de bandas experimentan en 30.

El comentario sobre esas bases, es dado que ahora ese sonido mutante ha sido tocado por el metal, específicamente, el Thrash metal. No es broma. Creo que es obvio que KG&LW no es una banda de metal. Pero, aun así, para mi gusto, editaron uno de los mejores discos de metal del año en curso. Ojo, esto no es una parodia del género, como de entrada pudiera interpretarse. No solo creo que McKenzie y sus secuaces tienen una apreciación por el género, sino que le rinden culto. Aun para los cerrados parámetros del estilo, considero que entregan algo que puede hacer que cualquier fan del metal basura agite su cabeza en aprobación. Entre los riffs rápidos con cadencia sabrosa, los solos/requintos técnicos, el bajo pentatónico fuera de control y un estilo vocal acorde, que esto no los confunda y crean que es un cambio radical en su sonido. Para quienes han seguido a la banda de unos años para acá, podrán identificar detalles que están presentes en discos anteriores y lo convierten en algo coherente a la banda. La producción está cortada de la misma tela, ofreciendo una estética sonora que aparenta no estar cuidada, haciendo reminiscencia a tiempos anteriores al Thrash, siendo anacronista en ese sentido pero reconociendo las eras que obviamente los inspiran.

Y bueno, fiel a su retórica, es un disco conceptual. En un sentido, es una novela sobre el estado ambiental actual con toques de ciencia ficción. Concepto el cual también en cierta manera condujo la narrativa de su otro disco de este mismo año. Es curioso como la historia comienza con el fin de la humanidad. Si esta fuera la realidad, ahí termina el cuento, pero siendo la epopeya futurista que es, esto nos lleva a una aventura espacial con tintes de avaricia y enfermedad. Mostrando una clara conciencia sobre hechos actuales, hablan también sobre cómo los ricos están abandonando este planeta (si tu, Elon Musk, chinga tu madre) para comenzar a popular Marte.

Me llama la atención el 4to corte, titulado superinsecto, el cual cuenta sobre este virus inmatable que camina al ritmo que le toque el 13avo Idolo, verdadero responsable del apocalipsis actual, aportando 7 minutos en un disco con 35 totales. Eventualmente, quién puede abandonar la tierra lo hace, y mientras surcan el sistema solar, sin lugar donde caer, fallecen y terminan en el Infierno… digo, donde más? Como comentaba hace unos párrafos, aun y con el cambio de género, no deja de sonar como disco del rey. Seguro, la historia que cuentan es corta y con un desarrollo aparentemente sin sentido, pero es complicado meter tantas ideas en lo que bien podría haber sido un EP. Por ejemplo, tómense un tiempo y clávense en los tiempos de las cuerdas contra las percusiones en autoinmolación, las cuales por simple matemática no son correspondientes. Y así como ese detalle, hay múltiples en la totalidad de la pieza.

Pónganle los peros que quieran, pero el concepto, la producción y ejecución compensan lo que se podría percibir como falta de originalidad o miedo a experimentación. Cierro invitando a nuestro más flamante y reciente capítulo de Richemulot a que Infesten el nido de las ratas!

También, si tienen ganas de matar ricos, digo, ratas, aquí esta esta joya moderna de los videojuegos. 

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