Aunque camine por el Valle de los Aullidos no temeré…
… Porque tengo mi espada +2 a mi lado.
La bronca es que es sentient y tiene un carácter de la chingada.
Tengo que admitir que a pesar de poder ser considerado un OG por mi edad, estoy muy lejos de serlo. Llegué a esta afición ya con canas en mis partes non santas y con toda una predisposición y programación que los videojuegos han dejado en mí (ahí SÍ pueden llamarme OG, para que vean).
Así que en cuanto tuve mi primer encuentro (y en Ravenloft, ni más ni menos) lo primero que pensé fué “Necesito un arma mágica”, seguido, naturalmente de “¿Cómo hago subir mis numeritos?”. No quería aceptarlo, pero incontables horas de farmear items en Un’Goro Crater (pre Cataclysm) me habían forjado a fuego una máxima: “Sube tus stats, obtén trofeos”. Después de todo, ¿que tanto podía avanzar en la historia con una honda y un palito de madera?.
Neta, eso fue todo lo que Don Diablo le dio a mi druida; bueno y una hoz de plata pero estoy pensando seriamente en fundirla para hacerme unos tenedores. Así que durante las siguiente sesiones me la pasé como buitre loco escarbando en cadáveres y recorriendo el stock de cuanto changarro se nos llegaba a cruzar, maldiciendo mi escasa proficiencia en armas y ahorrando lo mas posible para cuando se me cruzara un espadón a la William Wallace y ahora, si, entrarle a los madrazos sin pena.
Pero lo que sucedió fue que el encanto del rol comenzó a roer la coraza de sistematización que los videojuegos habían forjado. Y me clavé en la historia. Me di cuenta que la búsqueda de mejores armas no es una carrera por achievements, sino un medio para el avance de la narrativa y, sobre todo, del desarrollo de personaje. Y además, que la pregunta que debía estarme haciendo en todo momento, no era “¿Como puedo mejorar mi equipo?”, sino “¿Cómo haría mi personaje para avanzar en la historia con lo que tiene a la mano?”. Claro que hay aventuras excelentes cuya finalidad es ir a partirle la madre a una montaña para obtener un arma mágica legendaria cómico musical que, no solo está viva, sino tiene su propia agenda; pero aún eso cumple una finalidad primordial de hacer la narración más sabrosa, y no solo de ver subir numeritos.
Este no es un juego que se gane, no hay un contador de porcentaje ni un número de misiones. Solo horas de juego y el entretejer entre todos una historia tan épica como quieras hacerla. Y si después de cada sesión tienes un rato de cotorreo con tus compañeros, reviviendo los mejore momentos y especulando sobre qué pasará en la siguiente ocasión, bueno, entonces estás ganando.
Dos años después, aún no tengo ninguna arma mágica. Tengo una cimitarra de plata, eso sí; que conseguí para cuando tuviera que enfrentarse a no muertos, hombres lobo y otros engendros de la noche. Y que estuvo guardadita en un closet cuando vinieron unos cabrones vampiros a querer chuparme y tuve (junto con el resto de La Ronda) que ingeniarmelas para salir de ese embrollo con lo que encontramos a la mano.
Pero esa es una historia para más adelante.
Nos vemos en las brumas.
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