El frío, la oscuridad y esa sensación que nunca te abandona.

La sensación de que no importa que tan lleno de gente este un lugar, que tan iluminadas sean las calles y que tan eficaz sea el relicario que llevas en la mano; siempre hay algo listo para causar algún mal. Tal vez a la vuelta de la esquina, corriendo por los drenajes, incluso por las azoteas.

Pero si no eres de estas tierras, te digo, cruzar los caminos no es fácil, allá donde la oscuridad es casi infinita, no sabes lo que puedes encontrar.

Pero no te preocupes tanto, si logras regresar a la ciudad, esa incomoda sensación seguira contigo, y tal vez, solo tal vez, sabrás de que se trata.