Recordar fechas; uno de los principales problemas que he tenido desde siempre. No recuerdo fechas de cumpleaños, inicios de ciclos de exámenes (muy importantes dado que parte de mi trabajo es ser docente), fechas históricas, cuantimenos eventos casuales que tienen como objetivo el esparcimiento y el desestres… como jugar Dungeons & Dragons. Es fácil recordar que hace una semana jugamos, en Potionless, un one-shot de Eberron (que ya lleva bastantes sesiones) y que hace dos semanas también, y que la semana anterior a eso jugamos el juego de mesa de TMNT; pero más allá de eso solo tengo los eventos en la cabeza, no así las fechas. Por suerte, tenemos Facebook.

Un amable recordatorio de Facebook me aviso que hace tres años fue la primer vez que la mesa se animó a salir a aislarse para jugar en medio del bosque. Pero no voy a hablar mucho de ese viaje Quetzal, Oswaldo y Neandi ya han llevado una buena crónica al respecto. Lo que quiero hablar en éste espacio es sobre el suceso que tuvo lugar ahí y que desencadenó una serie de otras cosas sobre las cuales estamos trabajando hoy en día, una de ellas éste cómic.

Ya se ha dicho antes que, originalmente, esa jugada de Ravenloft sería un one-shot pero que se extendió para convertirse en una campaña que sigue siendo jugada hasta la fecha. Pero también quedó como una especie de costumbre el salir de viaje y apartarnos de la vida ordinaria para ser miembros de La Ronda. Salimos una segunda vez a Mazamitla (la primera para Quetzal, su bautismo de fuego en los juegos de rol), una tercera y cuarta a un rancho en las inmediaciones de El Molino (en Jocotepec, Jalisco) por cortesía de la familia de Spartan. La campaña ha continuado, por supuesto, después de esto. Sin embargo no ha habido modo de salir de la ciudad otra vez; la vida de adulto resulta, a veces, muy compleja como para que todos los integrantes, o al menos la mayoría, puedan salir de urbe para dedicar el fin de semana al juego.

Dadas tales circunstancias la opción ha sido, últimamente, jugar dentro de la ciudad en un lugar donde no tengamos distracción y que podamos dedicar, al menos, toda la noche a la partida. Aunque éstas últimas han sido grandes experiencias de juego adolecen de lo mismo que una partida regular: No todos llegamos a tiempo, se pierde tiempo en preparativos de la partida o simple cotorreo, no todos pueden quedarse hasta el final de la partida (la idea suele ser jugar toda la tarde y gran parte de la noche) y algunos otros detalles menores. En otras palabras, la experiencia no ha sido la misma que estar fuera de la ciudad, ha sido muy buena, pero no la misma.

Esto no nos ha detenido para jugar nuestra campaña de La Ronda ni para abrir otras mesas de juego con gente externa (novatos y con experiencia) expandiendo la comunidad y el mito de la Sociedad de Van Richten. Actualmente Spartan, Quetzal y Neandi llevan estas otras mesas de La Ronda, contagiando la experiencia de juego que Potionless vive a cada reunión.

El presente post es una queja con el objetivo de arengar a mis compañeros de armas a salir de nuevo para continuar la campaña y retomar esa misma experiencia lúdica que ya hemos vivido múltiples veces pero que cada vez  se hace más esporádica aunque siempre divertida e intensa. Pero también es una recomendación para los jugadores con experiencia que están pasando por una etapa de estancamiento, que necesitan salir de su zona de confort. Abandonen la ciudad, busquen un lugar apartado y dediquense a jugar algo que no jueguen siempre, saliendo de lo común. Nunca sabemos cuando algo que no conocemos nos puede enganchar. Y, aprovechando la vuelta, si quieren armar su mesa de la Ronda, estamos preparando material para que lo puedan hacer. Estén pendientes, y sean pacientes recuerden que somos adultos con ocupaciones no tan divertidas como ser la Capa del desprotegido, el Martillo contra la oscuridad.